miércoles, 20 de mayo de 2015

Haciendo las cosas a su tiempo


 Hace unos días Ian me pidió practicar letra cursiva, como él asistió a la escuela hasta segundo grado y allí aprendió a escribir en cursiva, me decía que no la recordaba, pero su entusiasmo no era tan grande como para ponerse a escribir en el momento.
 Ayer vino papel y lápiz en mano y me pidió que le escribiera las letras para poder empezar a practicar.
 Le dije, mirá los movimientos de mi mano mientras "dibujo" las letras, completé cuatro hojas oficio de ambos lados en orden alfabético dejando margen para que él escribiera dos renglones de cada letra, usamos hojas lisas.
 Comenzó a escribir, le gusta usar lápiz, no lapicera, hizo un par de renglones y cuando vio que no podía escribir derecho me pidió que hiciera las rayas del renglón.
 Estaba feliz de ver con qué facilidad las letras salían de su mano y con qué prolijidad, descubrió que las recordaba casi a todas, minúsculas y mayúsculas y también sabía el abecedario!!, se sorprendió al darse cuenta que "ahora escribo con la mano suave, antes (en la escuela) agarraba el lápiz con mucha fuerza y escribía grueso y con líneas rectas"; por lo que le expliqué que aquello no significaba que él no sabía escribir sino que su motricidad fina aún no estaba lista para realizar este tipo de trazos tan delicados.
 Y cómo ya es costumbre en mi, vino la reflexión: cuando le pedí que mirara cómo "dibujaba" las letras lo hice apropósito porque la letra cursiva requiere que la mano esté suave como cuando vamos a dibujar, eso nos permite hacer líneas curvas con soltura, además saqué la presión de escribir que fue algo que a Ian lo marcó porque cuando iba a la escuela se negaba a escribir.
 Aunque ahora Ian escriba y lea sin problemas y de manera totalmente espontánea, lo hace en imprenta, enfrentarse a la cursiva para él era un desafío y descubrir la diferencia de tensión en su mano, acá quiero detenerme porque para que haya quedado grabado en su memoria la tensión que le ponía al lápiz al escribir!! eso quiere decir que le producía mucha angustia!!! él solo tenía 7 años!! y cuando le expliqué lo de la motricidad entendió que el error no era suyo sino de los adultos que pretendíamos que volara cuando aún no le habían crecido las alas!!!
 Cuando hago estos clics me duele un poquito el alma, primero porque no pude ver lo que sucedía y segundo porque no puedo volver el tiempo atrás.


A pesar de esto hoy estoy feliz porque Ian pudo enfrentarse a su fantasma y sacárselo de encima!

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